Vivir en un mundo que no se detiene, donde todo parece urgente, no es fácil. Y mucho menos cuando estamos atravesando ansiedad o simplemente queremos sentirnos un poco mejor. Muchas veces funcionamos en modo automático: pasamos de una tarea a otra sin pausas, sin espacio para registrar cómo nos sentimos. Y acá aparece el principal problema: estamos desconectados.
Algo que es fundamental y quisiera que te lleves hoy: la ansiedad se alimenta del apuro. No es un síntoma aislado ni aleatorio. Cuando vivimos acelerados, el sistema nervioso interpreta que estamos en peligro. Y desde ahí reacciona: se activa, se tensa nuestros músculos, nos invade de pensamientos rápidos & negativos y aparecen un montón síntomas físicos como taquicardia, presión en el pecho, malestar digestivo, entre otros. Por eso, no podemos esperar que la ansiedad disminuya si no bajamos el ritmo.
Frenar no es “hacer menos”: es una manera de recordarle al cuerpo y a la mente que estamos a salvo.
Y no se trata de dejar de hacer, sino de hacer con presencia, con intención. Ahí empieza otro modo de habitar el día a día. Eso es el slow living.

Por qué frenar transforma tu ansiedad:
- Regulas tu sistema nervioso: Al bajar el ritmo, envías señales de seguridad a tu cuerpo, ayudando a disminuir la hiperactivacion que provoca ansiedad.
- Recuperas el control: La urgencia genera sensación de caos y pérdida de control. Frenar te conecta con tu capacidad de elegir cómo y cuándo actuar.
- Generas espacio para la reflexión: Cuando vivís rápido, no tienes tiempo para identificar qué te está afectando realmente. Frenar te permite escucharte y comprender tus emociones.
- Mejoras tu toma de decisiones: Desde la calma, tus decisiones son más conscientes, alineadas con tus verdaderos valores y necesidades.
Tips
Cómo bajar el ritmo
1. Buscá intencionalmente algo que te haga frenar
Cuando no estamos acostumbrados a frenar, es muy dificil que aparezca las ganas de hacer una pausar o que sintamos la necesidad de hacerlo. Por eso es clave crear momentos intencionales para cambiar el ritmo.
Algunas ideas: caminata sin auriculares, hacer las actividades del dia con mayor conciencia, hacer respiraciones consientes intencionales o simplemente quedarte observando tu entorno por un minuto.
Volver al presente no es un lujo: es una forma de decirle a tu sistema nervioso “estamos a salvo, no hay peligro”.
2. Cuestioná tu relación con la urgencia
Esa sensación de “tengo que hacerlo ya” muchas veces no viene de una necesidad real, sino de un hábito mental.
Cuando aparezca, podés preguntarte:
- ¿Qué cambia si hago esto un poco más lento?
- ¿Es urgente o estoy en automático?
Este tipo de micro pausas cognitivas ayudan a desacelerar también internamente, no solo en lo externo.
3. Poné en palabras tu necesidad de espacio
Ir corriendo por la vida suele estar sostenido por la falta de límites.
Aprender a decir:
🗣️ “Necesito un rato solo”
🗣️ “Prefiero hacerlo con tiempo y claridad”
es una forma de proteger tu energía mental y emocional.
No te sientas mal por pedirlo, no es algo malo, es una manera de autoregulación.
4. Diseñá tu rutina que contemple pausas
No se trata de pasar de una tarea a otra. O mirar el reloj y pensar: pero tengo tiempo de hacer mas! No es cuestión de tiempo meramente, sino de energía. Es necesario dejar espacios libres como reset a lo largo del día. Entre tarea y tarea, regalate un tiempo de pausa (vos sabrás cuanto necesitas para no ir corriendo o estar listo para pasar a la tarea que sigue). Estos microcortes ayudan a salir del modo “respuesta” y entrar en modo “presencia”.
5. Escuchá tus límites antes de cruzarlos
Cuando la energía baja, cuando el cuerpo pide frenar, cuando la mente se agota: no es debilidad, es información. Necesitas poder darte el permiso de no rendir al 100%, de bajar el ritmo interno.
La autoexigencia constante solo refuerza el ciclo ansiedad–cansancio–culpa.
En este contexto, las pausas pueden ser mas beneficiosas que la productividad.