Cuando hablamos de ansiedad solemos pensar solo en pensamientos: preocupación excesiva, anticipación, miedo a equivocarse. Pero en verdad la ansiedad no es algo meramente mental. Desde la mirada de la psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE), entendemos al cuerpo como un todo interrelacionado: cada emoción activa una cascada que involucra al sistema nervioso, endocrino, inmune y digestivo.
Cuando la ansiedad se vuelve crónica, el cortisol (hormona del estrés) se mantiene elevado. Al principio esto nos da energía y foco, pero si se sostiene en el tiempo empieza a desregular otros sistemas:
- Disminuye la serotonina, afectando el bienestar, el sueño y la calma.
- Interfiere con la dopamina, quitándonos motivación y placer.
- Inflama el organismo, afectando el sistema inmune y aumentando la vulnerabilidad a enfermedades.
Por eso muchas veces no se trata solo de “estar nervioso”. El estrés sostenido puede manifestarse como insomnio, hambre emocional, dolores musculares, alteraciones digestivas, problemas en la piel e incluso desórdenes hormonales como ciclos menstruales irregulares.
La ansiedad, vista desde la PNIE, es un reflejo de cómo todo el organismo entra en un modo de alerta permanente. El cuerpo no distingue si la amenaza es real o imaginaria: reacciona como si siempre hubiera un peligro. Y eso desregula.
Algunas señales
Alerta de que la ansiedad no es solo mental
La ansiedad no solo se siente en la mente: el cuerpo la vive primero y más intensamente. Cada emoción activa redes nerviosas, hormonas y procesos inmunológicos que buscan protegernos, pero cuando esta activación es constante, genera un desgaste real y medible.
- Tensión muscular y dolor crónico: La sobrecarga del sistema nervioso provoca rigidez en cuello, hombros y mandíbula. Pueden aparecer dolores de espalda, cefaleas tensionales o incluso bruxismo. Es la forma que tiene tu cuerpo de “mantenerse alerta” frente a amenazas, aunque sean imaginarias.
- Sueño y energía: El cortisol elevado y los cambios en serotonina y dopamina dificultan conciliar y mantener el sueño. Te sientes agotado, aunque hayas dormido “lo suficiente”. La motivación baja y el placer de actividades que antes disfrutabas disminuye.
- Digestión y microbiota: El estrés crónico altera la motilidad intestinal, la secreción de enzimas y la composición de la microbiota. Esto se traduce en digestión lenta, hinchazón, hambre emocional o antojos de ultraprocesados. Pero también impacta directamente en tu estado de ánimo: intestino y cerebro están comunicados en tiempo real.
- Sistema inmune: Estar en alerta constante compromete la respuesta inmunológica. Inflamación, infecciones más frecuentes y recuperación lenta son señales de que tu cuerpo está gastando demasiada energía en “defensa” y no en regeneración.
Reconocer estas señales físicas es muuuy importante!! la ansiedad no es solo mental, y prestar atención a tu cuerpo es la forma más efectiva de interrumpir este ciclo antes de que afecte tu salud global.
Recurso
Mini hábitos para regular a tu sistema nervioso & hormonas
No hace falta cambiar toda tu vida de golpe. Podes empezar implementando pequeños hábitos diarios que te ayuden a equilibrar cortisol, serotonina, dopamina y a calmar un sistema nervioso sobrecargado:
- Exposición a luz natural: 10-15 minutos al sol por la mañana ayuda a regular ritmos circadianos y serotonina.
- Sueño consistente: acostarse y levantarse a la misma hora fortalece la recuperación hormonal y nerviosa.
- Movimiento diario: caminar, estiramientos o ejercicio reduce cortisol y activa endorfinas.
- Alimentación consciente: priorizar comida real, fibra y probióticos naturales (y reducir ultraprocesados) para favorecer microbiota y estado de ánimo.
- Pausas sensoriales: 1-2 minutos de respiración profunda, silencio o mindfulness para calmar el sistema nervioso.
- Rituales de autocuidado: un té, journaling, baño caliente o música relajante ayuda a “decirle” al cuerpo que puede salir de la alerta.
Estos pequeños hábitos diarios crean un círculo virtuoso: cuerpo más regulado, mente más tranquila, emociones más estables. La ansiedad deja de ser un enemigo invisible y se vuelve algo que podemos gestionar desde el cuidado físico y emocional.