
Muchas veces creemos que ser disciplinadas significa cumplir con todo, seguir la rutina perfecta y alcanzar todos nuestros objetivos, sin importar cómo nos sentimos mientras lo hacemos (!!!!!!). Pero detrás de esa disciplina muchas veces se esconde la autoexigencia, y eso hace que todos esos hábitos de bienestar, nos generen el efecto contrario (ansiedad, desgaste, enojo, estrés, frustración).
La autoexigencia disfrazada de disciplina se siente como una voz silenciosa que te empuja a no poder frenar o ‘fallar’, a no descansar, a seguir avanzando aunque tu cuerpo y tu mente pidan pausa. Te dice: “si freno, me atraso” o “si todos pueden, yo también». Y así, lo que empezó como hábitos que supuestamente te sostenían termina siendo presión constante, miedo y agotamiento.
El miedo a no lograr tus objetivos muchas veces es lo que mantiene viva esta autoexigencia. Queremos cumplir todo, rendir al máximo y que nada falle, y en el camino podemos perder la conexión con nuestro propio bienestar. Confundimos esfuerzo real con obligación autoimpuesta. No se trata de ser ‘vaga’, débil o de estar rindiendote: sino todo lo contrario, significa que estas mucho mas conectada con tu cuerpo, escuchando las señales, y entendiendo que muchas veces es en las pausas donde ocurren los grandes cambios. Identificar qué es lo que realmente te sostiene y lo que te desgasta, es un gran primer paso para construir dinámicas mas soft con vos misma, porque obvio que vas a cumplir con todooooos tus objetivos, pero intenta no perderte o hacerte daño en el proceso. Asi que el objetivo no es abandonarlos, sino aprender nuevas maneras de afrontarlos.
Mindset shift
autoexigencia ≠ disciplina
Algunas señales de que tu disciplina se volvió autoexigencia:
- Sentís culpa si no completás tu rutina o tus objetivos (aunque muchas veces ese check list sea eterno)
- Te cuesta disfrutar de tus logros porque siempre los sentis como “algo más que tenes que hacer”.
- Tu ‘bienestar’ empieza a sentirse pesado o como obligación.
- Tenés miedo de “no alcanzar todo”, incluso en cosas que antes disfrutabas.
Ejemplos cotidianos que quizás te resuenan:
- Llegás del trabajo, y en lugar de descansar, sentís que tenés que entrenar o terminar tareas pendientes porque “si no lo hacés, estás perdiendo tiempo”.
- Planeaste tu día con tareas muy ambiciosas, y aunque cumplís la mayoría, terminás agotada y ansiosa, pensando que “no fue suficiente”.
- Te da culpa ‘faltar’ al gimnasio porque sentis que retrocedes.
- La alimentación es muy rígida -y muchas veces no la disfrutas- porque cumplís con una dieta/plan.
- Si no lo haces perfecto, sentis que no vale o que tiras todo el esfuerzo anterior a la basura
- Decidiste dedicar tiempo a cuidarte, pero en vez de sentir alivio, sentís culpa o presión, como si fuera otra obligación más.
Aceptar que no necesitamos rendir al 100% para ser valiosas es liberador. No se trata de rendirse ni de dejar de esforzarse, sino de mirarte con amor y cuidado, preguntarte si tus hábitos y metas realmente te sostienen o solo te exigen más ( y también cuestionar el motivo de esas metas y de la urgencia por cumplirlas, muchas veces vienen de reglas rígidas internas de cómo deberíamos ser).
Cuando empezás a diferenciar disciplina que cuida de autoexigencia que pesa, descubrís que la verdadera fuerza no está en hacer todo perfecto [está en hacer lo que te sostiene, te da energía y te permite estar tranquila, incluso si eso significa ajustar, pausar o replantear objetivos]
Ejercicio simple
Re pensar metas & objetivos:
Elegí uno de tus hábitos diarios o metas que sientas que “tenés que cumplir”. Preguntate:
- ¿Lo hago porque realmente quiero o porque siento que debo?
- ¿Me da energía o me agota?
- ¿Me ayuda a acercarme a mis objetivos sin perder mi bienestar?
Tomate unos minutos para escribir tus respuestas. No busques juzgarte ni cambiar nada todavía. Solo registrar cómo te hace sentir. Esto te ayudará a empezar a diferenciar la disciplina que te sostiene de la autoexigencia que te pesa y a tomar decisiones más conscientes sobre tus hábitos y objetivos.