3 cuotas sin interes | envio gratis
en pedidos mayores a $90.000

New week, let’s start soft

Qué lindo saludarte.

Cada semana, un momento para reconectar.  

Porque sé que priorizás tu bienestar, y por eso estás acá. Entre tanto ruido, este es tu recordatorio: la salud mental importa. Acá vas a encontrar consejos simples, reales y aplicables para sentirte mejor cada día.

Bienvenido a tu pausa mental de cada semana.

Dos caras de la misma moneda

Perfeccionismo / Procrastinación

¿Te pasó alguna vez quedarte horas frente a una tarea, sin poder empezarla, aunque sintieras culpa de “no estar avanzando”? Y aunque veas que el tiempo se acaba, seguís postergándola, evitando, dejando para después. Cuando por fin la hacés, la presión es tan grande que terminás agotado y frustrado (y posiblemente no haciéndola como querías).

A simple vista, parece que perfeccionismo y procrastinación son opuestos. Una persona perfeccionista “hace demasiado”: revisa una y otra vez, corrige, controla, busca que todo esté sin errores. Una persona procrastinadora, en cambio, parece “no hacer nada”: se distrae, posterga, cambia de prioridades, evita.

Pero en realidad, muchas veces son dos caras de la misma moneda. Ambas conductas tienen un punto en común: miedo al error, a no estar a la altura, a no cumplir con un estándar interno imposible de alcanzar.

El perfeccionismo aparece como un intento de controlar ese miedo: “si hago todo perfecto, voy a estar seguro, nadie va a criticarme”. La procrastinación, en cambio, se apoya en la evitación: “si no empiezo, no me expongo a fallar, ni a mostrarme insuficiente, ni tampoco conecto con la presión de fallar”. Distintas estrategias, misma intención: protegernos de la ansiedad que provoca equivocarnos.

El problema es que, a largo plazo, ninguno de las dos opciones genera  alivio real. El perfeccionismo nos deja exhaustos y con la sensación de que siempre falta algo más. La procrastinación nos atrapa en la culpa y la frustración por no poder avanzar. En ambos casos, el círculo se repite y se refuerza: cuanto más miedo sentimos, más exigentes o más evasivos nos volvemos.

Neurociencia

Procrastinar como mecanismo de protección?

Muchos creen que procrastinar es simplemente “no tener ganas” o “ser vago”, pero muchas veces (mas que nada en personas perfeccionistas), tiene un rol diferente: el cerebro percibe que una tarea podría salir “mal” o “no perfecta”, y activa una especie de freno: mejor esperar, mejor no empezar, para evitar la incomodidad de equivocarse o sentirse juzgado.

Es un mecanismo de protección: tu mente está evitando el malestar antes de que ocurra, aunque paradójicamente eso genere más estrés después. La procrastinación, en este caso, no es fiaca o falta de responsabilidad, sino una estrategia de autoprotección frente a estándares internos imposibles.

Al mismo tiempo, cuando finalmente enfrentás la tarea, lo hacés bajo presión extrema, con ansiedad y tensión, tratando de compensar el tiempo perdido y alcanzar ese ideal que parecía inalcanzable. Así, perfeccionismo y procrastinación se retroalimentan: uno te empuja a controlar cada detalle y el otro te bloquea antes de empezar.

Recurso

Tips para cambiar la dinamica

En lugar de luchar con tu perfeccionismo o castigarte por procrastinar, podés usar estas experiencias como información para aprender. Observar tu forma de actuar te dice mucho sobre tus miedos, prioridades y estándares internos.

Te comparto  algunas herramientas prácticas para empezar a cambiar la dinámica:

  1. Experimentación consciente:
    • Empezá algo “incompleto” a propósito.
    • Observá cómo te sentís al avanzar sin que sea perfecto.
    • Registrá la experiencia: ¿el resultado fue realmente tan malo como imaginabas? Muchas veces, descubrirás que el malestar es tolerable y que podés seguir adelante.
  2. Fraccionar las tareas:
    • Dividí cualquier proyecto en pasos pequeños.
    • El foco pasa de “todo o nada” a “un paso a la vez”, reduciendo la presión de hacerlo perfecto.
    • Celebrá cada avance, aunque sea mínimo; cada paso es progreso.
  3. Reescribir la narrativa interna:
    • Cambiá frases como “tengo que hacerlo perfecto” por “hago lo mejor que puedo”.
    • Practicá la autocompasión: cada error es información, no fracaso.
  4. Registro de experiencias:
    • Anotá momentos en que empezaste algo imperfecto y qué pasó.
    • Ver tus avances reflejados en papel refuerza un circuito más flexible y menos ansioso en tu cerebro.

El objetivo: enseñarle a tu cerebro que avanzar, aunque sea imperfecto, es seguro y valioso. Cada vez que experimentás esto, reforzás un patrón más saludable que reduce ansiedad y miedos.

Afirmación de la semana

Puedo avanzar sin que sea perfecto, cada paso cuenta!

Tu carrito

En este momento tu carrito está vacío.

Volver a la tienda